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Prensa, sesgos y predicción astrológica.


En tiempos de fácil diseminación de fake news, hasta los grandes medios de comunicación de masas hacen circular falsedades, sean conscientes de ello o no. Si bien la mayoría de estas empresas cuenta con diversos mecanismos para realizar verificación de datos y corroborar fuentes, esto no parece impedir que incurran en groseras distorsiones, omisiones e inexactitudes cuando se refieren a temas tan mal comprendidos como el de la astrología. Uno de estos infundios, y que nos tocó directamente, ha sido la replicada nota de prensa acerca de la supuesta incapacidad de los astrólogos alrededor del mundo para predecir oportunamente un fenómeno tan decisivo y remecedor como la pandemia del Covid-19.


La denuncia sobre esta supuesta falta de capacidad predictiva de los astrólogos fue publicada por numerosos medios impresos y digitales, desde el referencial New York Times de los Estados Unidos hasta el multitudinario Dainik Jagran de la India. La televisión también replicó, en algunos casos, la misma nota engañosa. Entiendo claramente que no se trató de un acto de mala fe, sino de un gran descuido por falta de un trabajo periodístico más acucioso, ya que todos estos medios se limitaron a subrayar la ausencia del mentado pronóstico en las intervenciones mediáticas de algunos personajes de dudosa formación, pero muy bullados en el entorno farandulero de la "astrología pop" de signos solares. Empero hay mucha astrología, y de la verdadera, por fuera de las páginas finales de las revistas de papel couché.


Bajo este párrafo les dejo una captura de pantalla a la diapositiva número treinta y nueve de mi ponencia titulada «La Gran Conjunción del 2020 y el Cambio de Triplicidad: un portal a los próximos 200 años del mundo» presentada el sábado 11 de mayo de 2019 en Santiago de Chile, dentro del segundo encuentro de Astrología Global, destacado evento creado y organizado por el astrólogo argentino Adolfo Gerez. Varios de ustedes estuvieron presentes en aquella ocasión, incluyendo a mis colegas del Centro Astrológico de Chile y muchos de mis alumnos. De seguro recordarán estas predicciones que realicé en base al estudio de varias figuras astrales que incluían conjunciones, eclipses e ingresos. Copio y pego la tercera de estas interpretaciones: «Aparición de enfermedades respiratorias y broncopulmonares que se extienden en forma de epidemias como producto de procesos migratorios, vuelo de aviones y movimientos ideológicos».

Ha pasado el tiempo y ya estamos de lleno en la pandemia más importante de los últimos cien años. Mientras las ciudades de Europa padecen el azote de la segunda ola de Covid-19, y nosotros nos preparamos mentalmente para cuando el rebrote se ensañe también con el nuevo continente, quería recordar que junto con predecir la aparición de esta verdadera maldición del cielo, también pude indicar las tres vías de propagación principales que lo han esparcido por todo el planeta: migraciones, vuelos aéreos y concentraciones políticas masivas. Pero no es lo único que la Gracia Divina me permitió augurar.


Según consta en otros artículos, también presagié, con más de un año de anticipación, las severas protestas y revueltas populares que dejarían al presidente de Chile contra las cuerdas y a su gobierno políticamente paralizado por el Congreso. Hace poco vaticiné el resultado de las reñidas elecciones presidenciales de los Estados Unidos, como también las disputas y el alboroto posterior que se desató. Por delante, tras el triunfo de Joe Biden y Kamala Harris, avizoro el movimiento de las piezas del tablero geopolítico para el futuro cumplimiento de otra predicción que publiqué hace algunos meses atrás: el paulatino declive de Estados Unidos y el auge de China, con el posterior surgimiento de un nuevo modelo hegemónico de globalismo.


Pero he aquí lo más importante de todo, y es que no tengo mérito alguno por estas predicciones. Es Dios quien ha puesto los signos y señales en el cielo, porque sólo Él conoce todas las cosas. Si bien el conocer de antemano estas cuestiones es fundamental para orientarse en un mundo cada vez más incierto, a fin de poder tomar decisiones pertinentes, más importante es todavía el atestiguar el misterio del tiempo y del destino escrito en el divino lenguaje de la auténtica astrología, obra del Intelecto Divino. Al astrólogo sólo le toca escudriñar en los cielos y, si Dios se lo permite, interpretar lo mejor que puede ese texto sagrado, anterior a los Vedas, a la Biblia y al Corán. Entonces surge una interrogante crucial: ¿Cuál es el secreto para descifrar el mensaje de los astros?


Existe un factor imponderable que va más allá de la mera técnica astrológica, porque a través de ella sólo podemos llegar a dilucidar las categorías aristotélicas y los universales, a partir de la gramática y la semántica del cielo. Pero los particulares, es decir, la especificación de dichas categorías generales, dependen de ese otro elemento inconmensurable que es la Noesis. Por ella entendemos una acción del Intelecto Divino ejercida sobre el pequeño intelecto humano, al punto de inundarlo con la certeza de la Verdad en un sentido platónico, esto es, metafísicamente trascendental. Es lo que podríamos llamar una «intuición intelectual», una visión directa de la idea formal hacia arriba, y de sus manifestaciones concretas aquí abajo, en la materia.


No se trata, en ningún caso, de una capacidad humana especial, sino del resultado de una suspensión de las opiniones personales bajo la certeza de las cualidades formales de la semiótica astral, allá donde sólo Dios actúa, cual director de orquesta a cargo de la interpretación musical de la partitura que Él mismo ha escrito en los cielos. Es, en definitiva, una más de las manifestaciones de la inteligencia divina en el mundo, cuya posibilidad depende de que el hombre se aparte de sí mismo y, haciéndose a un lado, permita que el Intelecto Agente se haga cargo. No hablo aquí, evidentemente, de ninguna clase de psiquismo, intuición emocional, clarividencia o trance mediúmnico, pues nos estamos refiriendo a un proceso puramente intelectivo de dirección hacia lo inteligible.


Es justamente esta clase de suspensión de juicios, creencias y opiniones personales la que le hace tanta falta a la prensa contemporánea, que tiende al sesgo y toma partido de forma tendenciosa, creyendo que el nuevo rol del periodista ya no es informar sino concientizar y promover determinados cambios sociopolíticos, pauteados por una agenda ideológica que se hace evidente en la línea editorial, pero que jamás confiesan abiertamente pese a lo obvio del juego propagandístico. La astrología goza de mala fama en nuestros oscuros tiempos como producto de un largo proceso de degradación generalizada, tanto dentro como fuera de la disciplina. Los mal llamados "horóscopos" publicados por los periódicos contribuyeron bastante en eso.


El mundo de la astrología no ha sido inmune a esta tendencia global a la polarización ideológica favorecida por las redes sociales y replicada por los medios de comunicación. Y es evidente que no puede haber buena astrología en ausencia de ecuanimidad, sosiego e imparcialidad. De lo contrario, el astrólogo termina fallando en la mayoría de sus pronósticos y cayendo en la propagación de agendas partidarias a semejanza de muchos periodistas actuales. Sólo si el astrólogo logra un estado sincero de ἐποχή (suspensión de juicios), tras una disciplinada y honesta ascética interior, verá llegar el día en que su alma sea capaz de recibir en su seno el rayo luminoso de la intuición intelectual, que proviene de Dios mismo y nada más que de Él.


En consecuencia, al Altísimo sea toda la gloria, cuya voluntad está escrita en los cielos por el cálamo de las irradiaciones estelares y las órbitas de los planetas. No hay mérito alguno en los astrólogos, ni en los profetas, ni en los videntes. El único mérito pertenece al Uno, padre y madre de todas las cosas. Y si hay algún mérito en la persona que sirve de intermediario para comunicar el decreto del destino y realizar la predicción, es el de haberse hecho a un costado para no estorbar la obra del único poseedor de toda omnisciencia. La adivinación, como muy bien lo señala la etimología latina de esta palabra, es un "ir hacia Dios", originado en las raíces «ad» (hacia) y «divus» (divinidad). Quien niegue la acción de una Inteligencia Suprema tras el movimiento perpetuo de las esferas celestes, jamás podrá ejercer de forma legítima y efectiva el rol del adivino.


Publicado el viernes 12 de marzo de 2021.

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