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El Espejo Negro de John Dee: reflejos del Más Allá.


Los espejos mágicos han sido utilizados desde hace varios siglos como herramientas para la evocación y manifestación de espíritus de diverso tipo. Desde su creación como artilugio en el neolítico, probablemente en la zona de Anatolia, en la actual Turquía, los espejos han fascinado a todo el mundo por su enorme carga simbólica y su potente halo de misterio, cuestión que vemos frecuentemente reflejada en mitos, leyendas y cuentos populares. Incluso Lewis Carroll les dedicó espacio en una de sus narraciones sobre Alicia, obra publicada en 1871.


En la fotografía debajo de este párrafo vemos un espejo negro, típico instrumento mágico empleado para entrar en contacto con genios, demonios y ángeles. Este artefacto en concreto perteneció al famoso mago, astrólogo y matemático británico John Dee (1527–1608), quien sirvió como consejero de la reina Isabel I de Inglaterra. Está hecho de obsidiana pulida y tiene 18,4 centímetros de diámetro. Fue traído desde México, donde había sido fabricado artesanalmente uno o dos siglos antes por sacerdotes aztecas, quienes tenían por costumbre usarlos durante sus experiencias visionarias con enteógenos.

Este instrumento es parte de la colección se objetos mágicos de John Dee conservados en el prestigioso British Museum ubicado en la Great Russell Street de Londres. Detrás del espejo y a la izquierda, observamos el estuche protector del mismo, hecho de madera forrada en cuero labrado y con un poema de Samuel Butler encima, un añadido posterior realizado por uno de los herederos del objeto. Adelante vemos una pequeña bola de cristal, también propiedad de John Dee, utilizada para el mismo propósito que el espejo de obsidiana durante las operaciones mágicas con espíritus. A la derecha figuran un par de bases para cristales con el Sigillum Dei Aemeth grabado encima, sello empleado en la magia enochiana desarrollada por Dee y su amigo Edward Kelley, aunque descrito previamente en el grimorio medieval Liber Juratus.


En la reflexión de los espejos y en la refracción de los cristales, los magos han podido trabar contacto con ángeles, genios y demonios para dialogar con ellos, obteniendo conocimientos arcanos que no están a disposición por otros medios, como los libros o la transmisión oral de los hombres. En estos encuentros se enfrenta un elevadísimo peligro para la propia estabilidad mental, arriesgando incluso la destrucción del alma tras la muerte. Este tipo de prácticas, propias tanto de la teurgia como de la goetia, han arruinado a la mayoría de los fáusticos que, creyéndose listos para lo que no les correspondía, intentaron establecer trato con entidades para conseguir poder, conocimientos o favores varios.

Los espejos están bajo el poder de la Luna, señora de los hechizos, de la noche, del mundo onírico y de las habilidades psíquicas. Debido a su capacidad para alterar los estados nerviosos y la energía de un lugar por medio de la reflexión luminosa, no es recomendable tener espejos dentro de la habitación en que uno duerme. De haber alguno es conveniente cubrirlo con una tela bien gruesa y oscura antes de apagar las luces e irse a la cama. De esa manera se evitará que el espejo perturbe el sueño o genere una atmósfera poco propicia para el necesario descanso.


En la alquimia operativa los espejos tienen una función importante, especialmente los de tipo cóncavo, ya que en estadios avanzados de la Gran Obra permiten concentrar los rayos lunares sobre el matraz de vidrio que contiene la materia herméticamente sellada y en mutación. Por lo demás, es mejor dejar los espejos para el tocador femenino y la sala de baño, ya que jugar con fuego puede dejar daños irreparables y arruinar completamente la posibilidad de devolver el alma pura cuando Dios la reclame de regreso. John Dee y Edward Kelley lo descubrieron cuando ya era demasiado tarde, habiendo tomado por ángel a quién realmente era un terrible demonio.

El uso de los espejos mágicos durante la Edad Media y el Renacimiento tuvo antecesores. Un buen ejemplo lo hallamos en algunas grutas subterráneas del mundo clásico, como es el caso del Necromanteion de Éfira, famoso oráculo de los muertos presidido por los mismísimos Hades y Perséfone. Allí las gentes acudían con reverente temor a tomar contacto con sus ancestros y a pedir consejo de los Dioses del inframundo. Los sacerdotes sumergían un espejo de bronce dentro de las aguas de un pozo y utilizaban su reflejo para visualizar a los espíritus, tal como se hace con el espejo negro o con la bola de cristal.


Este tipo de prácticas requieren de mucha experiencia y conocimiento previo, junto al manejo experto de los sigilos mágicos, las evocaciones y jaculatorias, los nombres angélicos y demoníacos, los sellos de protección y el momento astrológico adecuado. Está completa y totalmente desaconsejado como juego o experimento para principiantes, pudiendo llevar a la perdición e incluso a la locura al necio que quiera imitar al mago debidamente cualificado. Hecha la advertencia, les dejo para que la próxima vez que se miren al espejo recuerden que en él siempre hay algo más allá del mero reflejo del mundo físico y sensorial.


Publicado el lunes 15 de junio de 2020.

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