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Signaturas de la Luna y una reseña de Plutarco.


La Luna es el astro más cercano a nosotros y el más rápido de los viajeros astrales. Es por ello que su influencia se deja sentir con especial intensidad. Ella rige la maternidad, la fertilidad, los partos, el hogar, los asuntos domésticos, los fluidos corporales, el ciclo menstrual, los océanos, mareas, la navegación, los viajes, el comercio marítimo, la vida de los bosques, el crecimiento vegetal, la intuición, el psiquismo, la clarividencia y el mediumnismo, los sueños, premoniciones, emociones, fantasías e inspiraciones. Entre los metales es señora de la plata, y entre las piedras tutela el ópalo, la esmeralda, la celestita, la piedra luna, el aguamarina, el cristal de roca y la perla.


Sobre las plantas muestra predilección por la mandrágora, la adormidera, el floripondio, las gardenias, jazmines, el loto, la mirra, el sándalo, la verbena, el sauce y las rosas blancas. Entre los ángeles su esfera pertenece al arcángel Gabriel y su genio planetario se llama Phul, empleado con frecuencia en la magia ceremonial. Pero la señora de la noche también es reina del alma, de la muerte y del Más Allá. Esta es, probablemente, la más importante de todas sus signaturas, pese a no ser la más conocida o mencionada. Al respecto, el ilustre Plutarco, filósofo griego, maestro platónico y sacerdote del famoso templo de Delfos, nos entrega una preciosa referencia sobre la luminaria nocturna en lo referente a la vida de ultratumba. Dice el sabio heleno:

«La Luna es la morada de los hombres después de la muerte, donde llevan una vida que no es divina ni bienaventurada, pero exenta de preocupaciones hasta su segunda muerte, ya que el hombre debe morir dos veces. El hombre es un ser compuesto, pero no sólo de dos partes, cuerpo y alma, sino de tres: cuerpo, alma y espíritu. Es tan erróneo considerar al espíritu una parte del alma, como creer que el alma forma parte del cuerpo. Tan superior es el espíritu sobre el alma, como es el alma sobre el cuerpo. Tres elementos constitutivos conforman el ser humano. La tierra suministra el cuerpo; la luna el alma; el sol el espíritu; y ello en armonía con lo que acontece en la naturaleza, donde la luna recibe la luz del sol. Cuando el hombre muere, empieza por dejar su cuerpo a la tierra, pero persiste el lazo entre alma y espíritu. La separación entre cuerpo y alma se efectúa rápida y violentamente, pero entre el alma y el espíritu se produce lentamente. Es la segunda muerte».


¡Cuán importante es la gran reina del firmamento para todas las almas! ¿Y no es acaso Thot un dios lunar? No es casualidad que el escriba de los Dioses egipcios esté asociado con la señora nocturna. Para los astrólogos tradicionales, la Luna es la transmisora de las influencias astrales superiores al mundo inferior donde habitamos, la mediadora entre las regiones celestes del éter universal y el corruptible mundo sublunar. En otras palabras, es la que transcribe el destino, proveniente de los rayos estelares, sobre el papiro receptor que es alma del mundo. Cuando la observes por las noches no olvides todas estas cosas, porque ella es madre de toda forma sensible. De la tuya también.


Publicado el miércoles 9 de enero de 2019.


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